Palestina Lliure
Historia 24 de Eman Abu Shawish
Una profesional de la salud mental bajo los ataques en Gaza

Te escribí ayer, en el día cuarenta y siete, sobre los detalles de la lucha diaria después de que nos hicieran retroceder siglos en el tiempo hasta utilizar las herramientas más antiguas y primitivas para salir adelante...
Hoy es cuadragésimo octavo día, el día que completa oficialmente siete semanas de barbarie e inhumanidad...
Ayer confirmaron que la tregua humanitaria entrará en vigor a las 7 de la mañana. Nuestra historia y experiencia con los sionistas nos dice que esta noche será la peor con diferencia... intentarán reunir el mayor número de almas y victorias antes de marcharse... esperamos que no lo consigan… al menos por una vez.
A medianoche, una gran explosión iluminó la tierra y el cielo. El objetivo era una casa de la calle contigua a la nuestra.
El fuego ardiente era como el infierno y lo veíamos asomar detrás de edificios de 2-3 pisos, avisando de un incendio gigantesco a punto de estallar.
Mi corazón latía rápido... "Sospecho que es la casa de... no, no, Eman... no, no son ellos..."
Practiqué las más bellas formas de evasión durante unos veinte minutos... hasta que, como de costumbre, vi uno de esos hombres que aparecen por todas las esquinas de todas las calles para llegar hasta la casa atacada, con la esperanza de salvar a alguien. El hombre gritó: "La casa de Abu Shawish..."
Sí, son ellos... los que yo creía que eran. La casa de mi abuelo materno, que alberga seis apartamentos en los que viven mis tíos y sus familias...
Las comunicaciones están en su peor estado. Pruebo a llamar a todos los teléfonos, pero nadie está localizable...
Unos instantes después, veo el nombre de uno de mis tíos en el identificador de llamadas. Antes de que pudiera decir nada, se me adelanta preguntando: "Eman, si ha pasado algo, dímelo y no me ocultes nada".
Sabía que estaba en el hospital donde trabajaba como médico en el momento del atentado, y le oí preguntar a los que estaban a su alrededor: "¡¿Han traído a alguien o todavía no?!"
Le contesté: "Te juro que no te oculto nada; pero aún no sabemos nada, gracias a Dios que estás bien".
La llamada terminó de forma poco habitual a como suelen terminar nuestras llamadas. Esta persona no era simplemente un tío para mí, era un hermano, un amigo, un ser querido, y nuestras llamadas nunca empiezan ni terminan así. Pero es la prisa de los preocupados...
Al menos tengo la certeza de que una persona está bien...
Las agujas del reloj no se mueven. El tiempo no pasa. Llegar a aquellos que se encuentran en mitad de la destrucción no es una opción; los pensamientos me están volviendo loca; no hay escapatoria para los sollozos...
Al cabo de un rato -que me pareció un siglo-, sobre las 4 de la madrugada, mi marido y mi hijo regresaron del lugar del bombardeo. La gente desenterraba con sus manos a quienes encontraba cerca de la superficie de los escombros, pero decenas estaban atrapados en los niveles más profundos. Queda alguna esperanza de poder sacar a más personas al amanecer, cuando la luz de la mañana ilumine una mano o una pierna para guiarnos hasta su dueño...
Los minutos pesan en esta cuenta atrás hacia el amanecer. Esperamos ansiosos para poder buscar a nuestros seres queridos...
Poco después de las 5:30 de la mañana, casi a oscuras todavía, las garras de la muerte nos rozaron bien cerca... Ya os había informado anteriormente de terribles y horribles explosiones... Me disculpo por no encontrar palabras para describir esta explosión en particular...
Yo, a la que nunca le fallan las palabras, juro que no encuentro las adecuadas para describir con precisión lo sucedido...
Todo lo que sé es que mi corazón, literalmente, no en sentido figurado, se detuvo por la gravedad de los sonidos. Sonidos inexplicables, como si fueran el sonido de la muerte llamando, con un eco resonante. Yo decía: "¿Qué es esto?! ¡¡¿Qué es esto?!!"
Intento comprender, pero nadie comprende. Nadie se movió ni un milímetro. Sólo estiré la mano derecha para cubrir a Dana y la izquierda para cubrir a Fayruz, que temblaba de miedo... Tosíamos por todo el humo, pero por primera vez, no nos importaba. Había algo mucho peor. El Día del Juicio Final debía de estar al caer.
Me levanté, sólo para descubrir que nosotros, al igual que cada centímetro del suelo de la casa, estábamos cubiertos de cristales. Reposaban sobre nosotros todas las piezas de metal arrancadas de las ventanas y esparcidas metros a la redonda y por encima de nosotros... algunas astillas, metralla... grietas en el techo, dos paredes y algunas partes caídas de la cocina... solo el cuidado de Dios nos permitió salir con vida, nunca hubiéramos sobrevivido a todo esto sin Su voluntad...
Empezó a salir el sol y pudimos ver el objetivo de la explosión. Era la casa de nuestros vecinos. Su casa está separada de la nuestra por una de una sola planta que pertenece a un pariente nuestro y que ahora está cubierta de amianto. Sacaron a dos mártires -una niña y su madre- y a un herido, mientras que tres casas vecinas se convirtieron en escombros en un abrir y cerrar de ojos. Me pregunto si Nagham -una de las mártires- estaría como todos los demás. ¿Estaría esperando que dieran las 7 de la mañana para celebrar un banal alto el fuego, con el que poder recuperar un par de alientos robados, antes de que todos volvamos al mismo abismo, a la nada?
Reanudé la escritura de la historia 3 días después; uno de mis primos fue encontrado dos días más tarde, martirizado tras el incalificable atentado, mientras que decenas permanecen todavía bajo los escombros...
El joven mártir era el mejor amigo de mi hijo. Ni siquiera la guerra había impedido que se visitaran. Estuvieron juntos pocas horas antes del bombardeo, y lo primero que pensaba hacer la mañana del alto el fuego era tomar el té con mi hijo en el tejado de nuestra casa, como solían hacer. No sé si toman el té en el Cielo, pero sí sé que no tengo ni idea de cómo consolar a mi hijo tras esta dolorosa pérdida...
Además, este joven mártir era un expatriado: sus padres viven en uno de los países árabes, mientras que él y su hermana vinieron a estudiar a los colegios de Gaza... Todavía no hay rastro de su hermana, que seguirá en algún lugar bajo los escombros...
Puede que te hable más tarde sobre esta experiencia de la muerte, pero antes debo hacerme a la idea.
Todo lo que sé es que conseguimos volver de la muerte… nos abrazó fuerte, y luego nos dejó ir. Tal vez para atraparnos de nuevo. Tal vez nuestro tiempo no ha terminado todavía.
Eman Abu Shawish
Profesional de la salud mental en UPA, Gaza, Palestina.
28 de noviembre de 2023
Para leer el resto de historias: http://upaconnect.org/category/gaza2023