Palestina Lliure
Historia 8 de Roo 7
Un profesional de salut mental en Gaza

Una noche de terror:
En toda familia con muchos hermanos, siempre hay un niño que te roba el corazón con su espíritu ligero, su ingenio y una presencia adorable que todo el mundo parece querer. Esto supone un reto para un padre para no provocar rivalidad en los demás hermanos, ¡pero en vano! Los ojos hablan y te desenmascaran. Intentas salvar la cara y decir "os quiero a todos"... y creo, según mi limitada experiencia en la vida, que esto forma parte de la lucha de la mayoría de los padres y madres.
Con mi hija pequeña... el primer día que nació, el corazón me dio un vuelco que nunca había sentido con sus hermanos. Sentí una conexión única con ella que no podría explicar. Desde el primer momento, me enamoré de sus rasgos, me cautivó su sonrisa y supe que se apoderaba de mi vida... porque es "la niña de mis ojos", como decimos en el argot. Compartimos el secreto de que "eres mi niña preferida". Un secreto que me susurraba al oído cada vez que sentía celos de sus hermanos "papá, no olvides que soy tu hija preferida" jajaja... ¡cuánto la quiero y temo por ella y qué débil me vuelvo ante sus ojos brillantes!
En esa noche que llamamos "noche de la muerte", de repente, se cortó toda conectividad y comunicación y las radios declararon Gaza a oscuras y aislada, con todas las nefastas implicaciones que esta declaración conlleva. Ni siquiera podías saber cómo estaban tus familiares y parientes en Gaza.
Pocos minutos después, estallaron los bombardeos desde todas las direcciones. De repente, los cielos se iluminaron con los colores del fuego y luego se apagaron, cinturones de fuego aquí y allá, casas bombardeadas sobre las cabezas de sus ocupantes, los sonidos de la gente gritando a nuestro alrededor... nuestros corazones casi se pararon. Una idea aterradora se apoderó de nuestras mentes: "Ésta es nuestra última noche". Oí a mi hermano pronunciar la shahada (alabanza a Dios antes de morir); a mi padre, de setenta y cinco años, congelado y paralizado por el horror; a mis cuñadas gritar con cada explosión; a sus hijos temblar. Mi mujer cogió a los niños en su regazo y yo a las niñas.
Mi hija mayor estaba aterrorizada, pero metió la cabeza entre mi hombro y mi cuello y se agarró a mí con tanta fuerza que parecía que éramos un solo cuerpo. Eso también significaba que era la que más sentía mi miedo y mis latidos acelerados. En cuanto a mi hija menor, cada centímetro de ella temblaba, su cara amarilla, sus labios pálidos y secos, sus extremidades frías, su cuerpo tembloroso, sus dedos en los oídos, gritando y llorando con cada golpe... y había un golpe cada minuto. Desde ese día, no ha podido dormir más que en mi regazo, con los dedos en las orejas.
La situación se mantuvo así durante unas 5 horas de muerte y destrucción. Pueden imaginarse lo que fue para nosotros ese amanecer al darnos cuenta de que seguíamos vivos y respirando.
Sí, así se han convertido nuestras rutinas diarias, nuestras noches, nuestros recuerdos, y así son nuestros hijos.
No tenemos más que a Dios y Él es nuestro protector.
Roo7 - Profesional anónimo de la salud mental (por miedo a ser señalado)
30 de octubre de 2023